Esta sesión es coordinada por la maestra Guadalupe Rueda. Comenzamos apuntando en un primer rotafolios los "Dominios", y en otro los "Aprendizajes imposibles". Los primeros corresponden a esas habilidades que no representaron mucha dificultad en desarrollar. Los segundos corresponden a esos conocimientos que no hemos podido adquirir o nos han costado trabajo. Después se discute sobre las dos listas. Hay “Dominios” que se repiten, como la lectura; también hay repeticiones en los “Aprendizajes imposibles”, como las operaciones matemáticas, con la que más de uno coincidió como algo “imposible”. Hablamos de los motivos por los cuales unos aprendizajes se nos dificultan más que otros. Encontramos que los motivos podían ser heredados, por ejemplo, cuando los padres son científicos y uno desarrolla cierto rechazo a las ciencias, o al revés. Otro facto para que aprendamos o no tiene que ver con asociaciones emotivas, por ejemplo, cuando tuvimos una amarga experiencia al aprender a leer. Se comentó que el fracaso también ocurre por la fragmentación del conocimiento. Lo cierto es que las asociaciones afectivas influyen mucho en el prejuicio con el que nos acercamos al conocimiento.
Un profesor propone no llamar Química a la asignatura que imparte, sino “Estudios sobre la materia”, y quizá de esta manera los estudiantes no llegarán con el prejuicio de que van a enfrentarse a algo difícil de aprender, como podría ser la Química. Este ejemplo podría valer para cualquier asignatura, que ninguna está exenta de crear prejuicios. Se habla de diagnosticar las capacidades específicas de los estudiantes, es decir, para qué son hábiles y para qué no, con el fin de orientarlos mejor. Mas, ¿quién determina para que se tiene más facultades y para qué no? A la escuela se llega con malas asociaciones de vida, pues somos un complejo de experiencias que nos determinan y conforman nuestro comportamiento actual. Estuvimos de a cuerdo en que la represión afecta el aprendizaje. Se pone sobre la mesa el condicionamiento físico que repetimos y obligamos en su momento a otros a repetir, para encuadrarnos con la sociedad. Reconocemos que los maestros repetimos con los estudiantes los mismos mecanismos de control que ejercieron con nosotros. A propósito de esto, Guadalupe pide a los participantes que hagan un círculo y diseñen entre todos una presentación para dar una bienvenida a los estudiantes. Mientras los participantes hablan, Guadalupe va colocando sobre la frente de cada profesor una hoja en blanco que les cubre toda la cara, sin embargo, ninguno hace algo para quitársela y siguen como si nada pasara. Guadalupe les cuestiona el hecho de no quitarse la hoja de la cara a pesar de que es molesto. Tal dinámica resulta un excelente pretexto para darnos cuenta que aceptamos las cosas sin reflexionar. Se menciona que en la vida hay que decir lo que nos pasa y actuar en consecuencia, no aceptar las cosas tal cual, reflexionar al respecto. La dinámica también sirvió para reflexionar sobre el hecho de que los estudiantes pueden aportarnos muchísimo si escuchamos lo que les pasa.
Para el siguiente ejercicio, nos dividimos en dos equipos, a uno correspondió formular propuestas para la motivación, al otro equipo tocó realizar propuestas sobre cómo combatir el fracaso.
Se menciona que la autoestima es un factor motivante y/o frustrante. Se dice que el mercado aprovecha la baja estima para vendernos ideas que prometerán subirla de manera artificial. También se habla de que los exámenes se convierten en mecanismos de control que influyen directamente en la estima del individuo, pues éste resulta rechazado a partir de lo que supuestamente ignora, los exámenes son criterios de aceptación social.
¿Hasta qué punto estamos animando los profesores a los estudiantes? Los profes juzgan y el juicio –ciertos juicios- impide el egreso. La baja estima impide el aprendizaje. ¿Cómo le hago para subir la autoestima? Hay que partir, como sugiere Peter MacLaren, de la idea de que cualquier momento es apto para ayudar; hay que observar, escuchar y darle su lugar al estudiante. Es más, esto no sólo se debería de hacer en la escuela, sino en la vida cotidiana. En nuestras prácticas cotidianas generamos baja autoestima en los otros, pero nos cuesta aceptar la diferencia. Cuando juzgamos al otro es posible bajar su estima. Se señala la importancia de generar ambientes de cordialidad, de empatía y afecto.
Volvemos a la pregunta de cómo interesar a los estudiantes, cómo seducirlos al conocimiento. Los estudiantes siempre están diciendo quiénes son, hay que leerlos, escucharlos. Para que los estudiantes dejen de asumir irreflexivamente el juego del poder que se establece con el profesor hay que ejercitar el diálogo con el otro.
Para cerrar la sesión, reflexionamos sobre el hecho de que a todos los participantes del taller nos están sucediendo cosas diferentes en nuestras prácticas docentes, lo cual es parte del proceso de estos talleres.
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